La fabricación del vidrio comienza desde la mezcla fundamental entre arena, carbonato o sulfato de sodio, piedra caliza y cristal reciclado; para fundirlos a una temperatura entre 1.500 y 2.000 °C, y así obtener el cristal líquido, que termina solidificándose al exponerse en el estaño a 1.000 °C.
El primer procesamiento de fabricación ya destina el uso de recursos totalmente naturales que no impactan desfavorablemente al medio ambiente con su transformación. Todos sus componentes son minerales puros, de origen natural y biológico, que son aptos para ser reciclados y reutilizados.
La implementación de este material inorgánico a la industria empacadora representa una alternativa completamente funcional y eficiente, tanto para envasar sus productos como para intervenirlo en el reciclaje después del consumo.
Actualmente, algunas personas mantienen vigente la costumbre de separar los vidrios de los demás desechos que aún no han llegado a ser diferenciados entre el común de la gente (latas, cartón, papel, plásticos, desechos orgánicos). Esta es una ventaja significativa sobre cualquier otro tipo de material porque ya tiene un concepto arbitrario de que es un empaque diferente, que no se ha generalizado como basura.
La acumulación del mismo material utilizado permite que sea fácil el proceso de reciclaje, para someterlo al lavado general y después a una trituración uniforme. Posteriormente es transportado a los hornos industriales para comenzar el mismo proceso de enfriamiento y dar vida a un nuevo envase, ajustado a nuevas características exteriores.
En este proceso se aprovecha toda la materia prima inicialmente invertida porque mantiene sus cualidades básicas, sin necesidad de separar ni discriminar ninguno de sus componentes para llevarlos nuevamente a la fabricación del cristal; a excepción de los elementos extraños que suelen acompañarlo en publicidad y diseño (papel, corchos, piedras, metales, porcelana) los cuales son previamente extraídos manualmente o con equipos específicos: imanes fijos, detector de metales y láser.
El reciclaje de vidrio necesita un 26% menos de energía que la producción original (equitativo a 4 horas de luz de una bombilla de 100 watts), disminuye hasta un 20% la contaminación atmosférica que provocaría por el proceso habitual y reduce un 40% la contaminación de agua.
Por lo tanto, la utilización del vidrio puede beneficiarnos a todos: ambos entes llegan a participar en un círculo de producción y consumo con posibilidades de reutilizar y reciclar. Si son aplicados en los envases de productos comerciales, resulta ser la opción más adecuada para reducir el consumo commpulsivo de la industria, utilizado al envasar sus líquidos y dejar de explotar los recursos naturales de un planeta finito. En el caso del consumidor, contribuye en la selección de fuentes para no discriminarlos todos en un grupo de desechos.
Fuentes consultadas del trabajo:
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